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Hacer el viaje más allá del destino.

Cuando pensamos en “estar saludables”, muchas veces imaginamos una vida sin enfermedad. Pero, ¿y si la salud no fuera una ausencia, sino una presencia? No es algo que se tiene, sino que se teje. La salud es mucho más que la suma de partes que funcionan bien. La salud es relación, dinamismo y conexión. Es aquello que, como seres humanos, cultivamos a lo largo del camino. Unas claves para entenderla:

La salud es relacional

La salud no es solo sobre nosotros mismos, sino también sobre los vínculos que formamos. Nuestras relaciones —con amigos, familiares, compañeros de trabajo, e incluso con nosotros mismos— tejen gran parte de nuestro bienestar. Como nos dice el modelo de la OMS y varios autores, una persona no es saludable solo porque no esté enferma, sino porque se siente apoyada, conectada y en armonía con su entorno ​( Valenzuela, 2016). 

En ese sentido, la salud no se trata únicamente de lo físico o de la mente, sino de cómo ambos se conectan con quienes nos rodean. Un cuerpo “perfecto” puede sentirse enfermo en un ambiente aislado; una mente fuerte puede flaquear sin apoyo.

La salud es dinámica

Cuando estamos saludables pareciera que no lo notáremos. Sin embargo, la salud es algo en constante cambio, un proceso que crece, evoluciona y se transforma a lo largo del tiempo. Cambia con el contexto en el que vivimos y nuestras experiencias en la vida ​( Coelho, & Almeida, 2002).

Cada etapa de la vida trae consigo distintas necesidades. Lo que significa salud en la juventud no es lo mismo que en la adultez. A los 20, ser saludable puede implicar exploración y autoconocimiento, mientras que a los 30, puede enfocarse en estabilidad emocional y proyectos personales. En la vejez, la salud puede ser mantenimiento cognitivo y protección de la masa muscular. En cada etapa, la salud es un proceso que se adapta a nuestras circunstancias y capacidades ​( Bickenbach et al, 2023).

No es un estado

Pensar en la salud como algo que se “teje” nos permite ver su complejidad. La salud no es un paquete que se guarda en un estante esperando ser usado, sino una red de experiencias, emociones y hábitos que constantemente construimos. Esta perspectiva reconoce que no existe una salud absoluta; más bien, se trata de la capacidad de adaptarnos, ajustarnos y continuar en movimiento a pesar de los obstáculos. Así la salud no se reduce al cuerpo, sino también a la mente, al espíritu, a las relaciones que tejemos y al contexto en el que vivimos (Gavidia, & Talavera, 2012).

Va más allá de la enfermedad

Durante mucho tiempo, el modelo biomédico definió salud como la ausencia de enfermedad. Sin embargo, salud y enfermedad no son opuestos directos. Estar saludable no significa estar libre de síntomas necesariamente, y estar enfermo no siempre implica una pérdida de bienestar. Hay enfermedades que en su paso por nuestro ser refuerzan inmunidad y nos adaptan para futuros desafíos. Si bien hay que protegernos lo más posible de enfermedades, cuando lleguen, hay que comprenderlas como parte de nuestro intercambio con el entorno y en ello, nuestra vida puede seguir siendo plena y significativa si cultivamos una roja sólida de apoyo, resiliencia y crecimiento personal.

La dimensión psicológica como conciencia frente a las demás dimensiones.

Nuestra mente juega un papel central, ya que conecta todas las demás dimensiones a partir de la conciencia. Así la experiencia humana de estar bien se articula desde la dimensión psicológica, ya que entra en contacto con cada aspecto de nuestra salud y le puede encontrar un sentido. Así nuestro ser puede transformar cómo vivimos una experiencia física, o espiritual, o incluso económica, o comportamental. Es en el ámbito psicológico donde se manifiestan muchas de nuestras vivencias de salud (Cortés et al, 2009).

La salud como desarrollo personal.

La salud también está íntimamente ligada a nuestro desarrollo personal. Crecer, aprender, equivocarnos y transformarnos son partes fundamentales de una vida saludable. La salud, entonces, no es un destino al que llegamos sino un viaje de crecimiento. Cada experiencia, cada aprendizaje y cada error construyen nuestro bienestar de una forma única. En este sentido, cuidarnos significa también abrazar nuestras dificultades como parte de nuestra historia.

El cuidado integral para el bienestar en cada etapa.

Mantenerse saludable implica atender a todas las dimensiones que nos atraviesan: lo físico, lo emocional, lo espiritual, lo sexual, lo económico-financiero y las pasiones o pasatiempos. Además, aquellos roles que ejercemos en nuestro entorno: Ser familia, ser pareja, ser amigo, ser trabajador, ser servicial y ser parte de la naturaleza. Esta perspectiva integral de la salud entre nuestras dimensiones y nuestros roles nos invita a un autocuidado que reconoce la interdependencia de lo interno y externo de nuestra vida. No se trata solo de “ir al gimnasio” o “comer bien”, sino de integrar todas nuestras necesidades como un todo que da soporte a nuestro bienestar (Coelho, & Almeida, 2002).

Así, comprender por qué surgen nuestras dificultades y se mantiene es vital y desde un acompañamiento psicológico adecuado puede integrar lo que suceden en otras dimensiones para reencontrar la salud. 

Conclusión: 

Cuidar de nuestra salud es una invitación a relacionarnos con nosotros mismos, con los demás y con el mundo. No es una batalla contra la enfermedad, sino una celebración de todo lo que podemos construir y experimentar a lo largo del camino. En cada paso, en cada conexión, tejemos la salud que nos acompaña.

La próxima vez que pienses en “estar saludable”, recuerda que se trata de un equilibrio que constantemente se ajusta tanto dentro de ti como con tu entorno. Es una red de experiencias y relaciones, un tapiz en el que la vida, con todo lo que trae, se integra y encuentra sentido.

Por ello, si atraviesas un momento en que no le encuentras sentido a algo, en cualquiera de tus dimensiones, no dudes en consultar a un psicólogo.

Referencias

  • Bickenbach, J., Rubinelli, S., Baffone, C. y Stucki, G. (2023). La revolución del funcionamiento humano: implicaciones para los sistemas y las ciencias de la salud. Fronteras de la ciencia , 1, 1118512. https://doi.org/10.3389/fsci.2023.1118512
  • Coelho, MTAD y Almeida Filho, N. de. (2002). Conceitos de saúde em discursos contemporáneos de referencia científica. História, Ciências, Saúde – Manguinhos , 9(2), 315-333. Río de Janeiro, Brasil: Fundación Oswaldo Cruz.
  • Cortés Vázquez, EB, Ramírez Guerrero, EM, Olvera Méndez, J., & Arriaga Abad, Y. de J. (2009). El comportamiento de salud desde la salud: La salud como un proceso. Alternativas en Psicología , XIV(20), 89-94.
  • Gavidia, V. y Talavera, M. (2012). La construcción del concepto de salud. Didáctica de las Ciencias Experimentales y Sociales , 26, 161-175. https://doi.org/10.7203/DCES.26.1935

Valenzuela Contreras, LM (2016). La salud, desde una perspectiva integral. Revista Universitaria de la Educación Física y el Deporte , 9(9), 50-59. Montevideo, Uruguay: Universidad de la República. ISSN 1688-4949.

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